Los vinos
catando entre cepas.....


Me defino como alquimista del vino y poeta del alma, creadora de futuro, frase que por si sola tiene mucho contenido. Pocas palabras para definir obras de arte, esos vinos, concebidos desde la naturaleza, desde los viñedos, por donde paseo en silencio observando la evolución de las cepas, junto a su maduración juega mi intuición, corto ahora? mejor espero un poco un más? cuidado, que igual me desaparece demasiado la acidez en la garnacha,.. y el suelo de mis viñedos, cuanto tiene que decir. Ese suelo pobre, bajo en materia orgánica y con buen drenaje que me ofrece la "llicorella" del Priorat, la vid debe luchar por su supervivencia, debe esforzarse y trabajar para conseguir agua escondida en las pequeñas capas de arcilla que se encuentran entre las piedras de la "Llicorella" o del propio viento húmedo que viene del lejano mar y que las hojas son capaces de absorber. Ese suelo de pizarra que me ofrece vinos muy maduros con tanicidad, vinos poderosos. Suelos que acumulan calor durante el día para el frio de la noche. En mi paseo, mi mente habla sola, planifica y visualiza el futuro vino y quien lo beberá, soy capaz de imaginar una pareja en una mesa en medio del campo degustándolo, quizás una tercera persona se añada a la cata, un amante del vino y de la naturaleza, gente madura, capaz de percibir toda la historia que hay detrás de la elaboración, todo el amor, el sentimiento, el pensamiento de esta enóloga enamorada de sus cepas, pero eso será de aquí a 4 o 5 años, durante los que debo mimarlo y cuidarlo, darle protección con la madera, pero de forma sutil, no vaya a ser que se perciba por encima de los aromas de la vid y del terroir y se pierda el espectáculo, y para que cuando llegue a una copa sea adulto, maduro y poderoso, a la vez que suave y aterciopelado. Me gustaría que trasmitiera esos perfumes y sabores que ahora percibo en el viñedo, y que debo ser capaz de conservar en una botella a pesar del paso del tiempo, la mineralidad de la piedra "llicorella", como si la planta hubiera cogido un pedazo de piedra y lo pasara a las uvas a través de su savia, eso es materialmente imposible, pero en el mundo del vino no hay nada imposible. Creo que una parte de mi está en cada añada, en cada botella, así mi vino ha ido madurando con los años, con el viñedo y conmigo. (Elisabet de Anguera Bachs, septiembre 2018)